martes, 12 de enero de 2021

Vigésima entrada: No hay que olvidar...

 No hay que olvidar ese sentimiento, 

De lo nuevo, de lo intenso, de un roce inesperado, una caricia inocente, una palabra coqueta, una mirada impenetrable y traviesa. 

No hay que olvidar que de jóvenes nuestras alborotadas hormonas gobernaban nuestras locas decisiones. Cuando lo más grave que se podía hacer era escapar toda una tarde de casa para estar con una persona que idealizábamos, por la cual el corazón gritaba con algarabía. 

No hay que olvidar la alegría de llamar, la adrenalina corriendo por el cuerpo de si va a contestar aquella persona, o colgaremos el teléfono muy ansiosos sin saber si llamar o no de nuevo. No hay que olvidar. 

No hay que pensar demasiado, como no pensábamos al dar esas serenatas en la madrugada porque un mensaje no era suficiente. O de una excusa idiota para pasar por debajo de su ventana con la esperanza vaga de que un vestigio de sus brillantes ojos se asome entre la tarde. 

No hay que olvidar su sonrisa confundida entre los rostros de sus compañeras en una tarde de colegio. La alegría de verla acercarse de puntitas emocionada y sin saber que decir. Desalineada, con un poco de tiza en su ropa y con su mochila desparramada por su espalda, y sin embargo tan hermosa como si nunca se hubiera visto antes. 

No hay que olvidar las primeras notas de la música dedicada, el bochorno y finalmente el honor de entonar una canción para la querida. No hay que olvidar su aterciopelado rostro que tímido se asoma apreciando la no tan bien recibida copla por los demás. No hay que olvidar  a los fieles amigos que por amor "acolitan" sin pensar demasiado. No hay que olvidar ese hormigueo en las manos a punto de hacer el ridículo, sin saber si valdrá la pena o le gustará, como un disparo al aire y sin sentido, pero con toda la fe de que funcionará. 

No hay que olvidar como conquistamos a nuestros antiguos amores, con un poco de sed de amor y con las ganas de ser aceptados y queridos. No hay que olvidar las ganas de verla y caminar de su mano, de apreciarla mientras habla infinitamente, del brillo de sus ojos, el de sus labios. 

No hay que olvidar como llevarla de la cintura, como bailar con ella, de correr por la calle y chocar con todos. Los jóvenes éramos así, no pensábamos demasiado y vivíamos en el momento, en admirar los detalles, en sentir sin pensar. Espero que aun lo sean.

No hay que olvidar el hormigueo en las manos, ese fulgor incandescente que recorría el pecho en cada beso, ese temblor recurrente al pasar la mano por su cintura y sentirse juntos dos cuerpos por primera vez. Invadiendo cómodamente el espacio de uno y del otro, tímidamente sin saber muy bien que hacer luego. Solo al encontrarse dos miradas encendidas con un deseo desconocido, complicado, descomplicado, insistente y temeroso. 

No hay que olvidar la incertidumbre, no hay que olvidar el corazón roto, el eterno resplandor final de los sentimientos mientras colisionan con la realidad y nuevos, locos e interesantes sentimientos se adueñan. No hay que olvidar la desilusión, el paso del amor al rencor, del querer verla al sentir un vacío tan profundo que te hace pensar que jamás volverás a querer... Que al cerrar poco a poco esa herida se hace una costra... Una de tantas que vendrán a parchar ese corazón. 

No hay que olvidar a los testarudos adultos con sus estúpidas limitaciones y advertencias, queriendo llevarnos la contraria y ocurrentes solapar las viejas morales y costumbres. 

"No me olvides, amor mío. 

dentro de poco ya no te veré,

pero el susurro del viento que me acoge 

me mantendrá vivo a tu lado y permaneceré.

No me llores, amor mío. 

que por el brillo de tus ojos acaeceré

como se posa suave el ocaso sobre tu piel

caeré rendido a tus pies y descansaré.

No me esperes, amor mío.

soy como la lluvia que acompaña,

¿Me sientes? Me secaré de tu piel, 

Pero te visitaré otra vez, 

Cuando un nuevo viento sople por ti. 

Cuando un nuevo brillo se cuele en tus ojos.

Cuando un nuevo fulgor invada tu ser. 

Amor mío. Me quedaré junto a ti."




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